El edificio surge del paisaje, o del estado de ánimo que el mismo es capaz de desencadenar a partir de sus atributos. La velocidad de la ruta, el respaldo del bosque, la pendiente del suelo natural que desciende hacia el lecho del río. El puente de hormigón que conecta nuestro espacio de trabajo con el margen contrario. Entendemos estos elementos como arquetipos reconocibles que nos permiten generar hipótesis sobre una sensibilidad emocional del espacio existente e intransferible, que necesariamente estará vinculada a los atributos que la arquitectura futura retome para potenciar la atmosfera general.