Ubicar un centro de estudios en una zona vulnerable conlleva también un imaginario de educación pragmático, que debe ser práctico y efectivo además de abierto y apropiable, permeable a las necesidades locales. Un nuevo espacio público que nuclee la energía de las actividades académicas y la vida social de la población fuera de los horarios institucionales. El edificio se vuelve parte de esta lógica al inducir con su desarrollo el traspaso de conocimiento constructivo entre los maestros de obra y la población que participe con ellos, entregando las herramientas necesarias para desarrollarse con autonomía y dignidad en el futuro.